Con la desaparición de tradiciones y otros aspectos de la cultura africana, las obras de arte africano se hacen cada vez más escasas.

El arte de generaciones anteriores representaba aspectos de la vida social y religiosa,

que no existen en la mayoría de los pueblos de África hoy en día.

En 1935 la producción de este tipo de arte se había reducido en variedad y en cantidad debido, por una parte,

a la competencia de productos de importación manufacturados a buen precios, y por otra parte, a la pérdida del poder de compra.

Después, alrededor de los años 60 estuvieron a punto de desaparecer objetos de cerámica y hierro esmaltado debido a la introducción de materiales plásticos;

los tejidos locales eran tan costosos que sólo podían sobrevivir con la venta a los turistas o como materias primas de nuevos diseñadores.

El grito alarmante anunciando la agonía del arte tradicional suscitó medidas oficiales a favor del artesanado, principalmente en Túnez, Ghana o en Zaire.

Aunque hay que señalar que esta intervención de los poderes públicos trató fundamentalmente de desarrollar el arte destinado a los turistas;

así pues, los clientes ya no eran las poblaciones rurales locales aunque éstas preservaban el conocimiento de las técnicas.

La mayor parte de los africanos viven en entornos rurales, donde mejor se han conservado las expresiones artísticas.

El arte tradicional ha sufrido evoluciones estilísticas internas y adoptado progresivamente materiales (tejidos, pinturas), herramientas (sierras, limas) y algunas técnicas de importación;

pero también han brotado nuevas tradiciones llenas de vitalidad como los trabajos con calabaza en Kenia o la cerámica del Zaire.

De todas formas, aunque su fin había sido anunciado antes de 1935, el arte tradicional africano sigue vivo, aunque diferente; evoluciona y cambia al mismo ritmo que se producen cambios en el resto de los aspectos de la vida en África.